Los romanos ayudaron a hacer del aceite de oliva lo que es hoy, mejorando las técnicas de cultivo y transporte. Consumían aceitunas y aceite de oliva de la región Bética de Hispania (actual Andalucía) a gran escala. De hecho, el aceite de Hispania era el más valorado del Imperio por su gran calidad. Se estima que durante este periodo Hispania exportó más de 30 millones de vasijas de Aceite de Oliva, de las cuales miles de ellas fueron enviadas a la capital del Imperio, Roma.
Los restos de muchas de las embarcaciones que transportaban el petróleo fueron desenterrados a finales del siglo XIX d.C., cuando Heinrich Dressel, un científico italo-prusiano, los descubrió enterrados en una colina romana. Investigando su origen descubrió que los habitantes de aquella época desechaban las vasijas vacías de la Bética en la margen izquierda del río Tíber. Los fragmentos, junto con el suelo que se acumuló con el tiempo, llegaron a formar un cerro que hoy se conoce como Testaccio. En la Edad Media, el aceite de oliva se utilizaba a menudo para fabricar jabones en España y en la vecina Francia. No en vano, ha tenido multitud de usos como como combustible para iluminar los hogares o como ingrediente en tratamientos de belleza. Pero su uso principal ha sido, y sigue siendo, el alimentario. El Aceite de Oliva, ya sea Virgen Extra, Virgen o simplemente Aceite de Oliva, es perfecto en cualquier receta. Posteriormente, en el siglo XIX d.C., el cultivo del Aceite de Oliva se expandió en España debido a la construcción de la red ferroviaria. Fue gracias a este nuevo modo de transporte que el país se convirtió en el olivar más grande del mundo. En el siglo XX d.C., una revolución tecnológica en España permitió la producción de aceites de calidad aún mayor, que ganan, año tras año, en los concursos más prestigiosos del mundo. Hoy en día España es líder mundial en cantidad y, sobre todo, calidad en Aceite de Oliva.